El primer ministro de Portugal, António Costa
El primer ministro de Portugal, António Costa - EFE

¿Por qué el socialismo triunfa y se afianza en Portugal?

En un país sin chantajes nacionalistas, António Costa ha sabido rescatar al partido del pozo al que lo condujo José Sócrates

CORRESPONSAL EN LISBOAActualizado:

Mientras el socialismo cede terreno en casi toda Europa, con la irrupción por su izquierda de los populismos encarnados en Tsipras o Pablo Iglesias y el ascenso de las opciones centristas al estilo de Emmanuel Macron o Albert Rivera, disfruta de las mieles del triunfo en Portugal. Así lo demuestran los resultados de las elecciones municipales al otro lado de la frontera, con evidente traslación nacional: sus votantes en todo el territorio suben del 37 al 38% y el número de alcaldías del PS pasa de 150 a 161, sobre un total en juego de 308.

Fernando Medina pierde la mayoría absoluta en Lisboa, pero el partido fundado por Mário Soares ha barrido del mapa a los conservadores de Pedro Passos Coelho. De modo que el primer ministro, António Costa, no oculta su euforia ante los mejores datos obtenidos siempre en unos comicios locales.

¿Por qué resiste y se afianza el socialismo precisamente en Portugal? ¿Qué hace bien? ¿Qué carencias ha logrado tapar? Todo comenzó a cambiar cuando tumbaron a Passos Coelho como jefe del Gobierno a través de una moción de censura fraguada a finales de 2015 con el respaldo de la izquierda radical: el Bloco de Esquerda (coincidente en algunos aspectos con Unidos Podemos) y los comunistas.

Primer logro: los socialistas engatusaron a estos socios extremistas, pero acertaron al no integrarlos nunca en el Ejecutivo. Es decir, las negociaciones para aprobar las leyes no están presididas por el chantaje de sus compañeros de viaje. Y, claro está, tampoco han de lidiar con la extorsión política de los nacionalismos, sencillamente porque no existe esa clase de movimientos ni tampoco una organización autonómica (solo las lejanas islas de Madeira y Azores gozan de gobiernos regionales con escasas competencias).

En consecuencia, no es una coalición de izquierdas la que rige los destinos del país. Solo el Partido Socialista domina las carteras ministeriales y ha de emplearse a fondo para sacar adelante por separado cada asunto tratado en la Asamblea de la República, sea con el sustento de sus teóricos ‘amigos’ o (incluso en ocasiones) de los conservadores.

Si no es coalición, ¿qué es? Los portugueses lo llaman ‘geringonça’, una palabra algo irónica que significa ‘artilugio’. Esto quiere decir que, inicialmente, las expectativas de estabilidad gubernamental eran ínfimas, de ahí que se adoptara semejante denominación. Pero el paso del tiempo ha dado la razón a la estrategia de António Costa, curtido al frente de la alcaldía de Lisboa.

Los datos macroeconómicos no dejan de otorgarle satisfacciones: el paro ha descendido al 8,9%, Bruselas sacó a Portugal del Procedimiento de Déficit Excesivo y la agencia de calificación Standard & Poor’s ya no le aplica la etiqueta de ‘bono basura’.

La habilidad del ‘premier’ socialista es haber desviado la atención de la opinión pública en relación a dos asuntos clave: la fragilidad de la banca y la altísima deuda pública. Claro que, en realidad, estas amenazas permanecen ahí, agazapadas en espera de que el triunfalismo acabe haciendo aguas.

En cualquier caso, parece fuera de toda duda que los tantos debe apuntárselos el ministro de Finanzas, Mário Centeno, apodado “el Ronaldo de la economía europea” por su colega alemán, Wolfgang Schäuble. Y tampoco sería lo mismo sin las rígidas medidas que tomó Passos Coelho durante su mandato.

Costa, por tanto, ha sabido equilibrar el Partido Socialista y rescatarlo del pozo al que lo había llevado el ex primer ministro José Sócrates, hoy en espera de la sentencia contra él por sospechas de corrupción.

Pero conviene subrayar que la izquierda radical que lo resguarda no es de nuevo cuño. Los comunistas de Jerónimo de Sousa acumulan un sabor rancio tan anacrónico que los ha llevado a dar la bienvenida a una delegación de Corea del Norte (sic)… y así lo han pagado: perdiendo 10 alcaldías de cierto peso, como la de Almada.

En cuanto al Bloco de Esquerda, nació hace 16 años, así que no tiene nada que ver con fenómenos de última hornada en plan Unidos Podemos.

Tampoco existió nunca un 15-M en Portugal ni una cadena de televisión como La Sexta que se lucre jugando a rentabilizar las barricadas. Sí, porque todo es más sereno al otro lado de la frontera, donde la reflexión se alía con la melancolía para mantener a raya la visceralidad excesiva.

De esta guisa, la derecha no ha hecho más que autodesintegrarse. El PSD y el CDS concurrieron juntos en la anterior legislatura; hoy están separados. Y, sin embargo, han optado por una coalición en algunas alcaldías.

¿Cómo es posible consensuar programas en algunas ciudades y enfrentarlos en otras, especialmente en Lisboa? Pues esto es exactamente lo que ha ocurrido en Portugal, lo que ha conducido al partido de Passos Coelho a una verdadera hecatombe, mientras Assunçao Cristas se consolida por el flanco aún más derechista en la capital y lanza el mensaje de que está preparada para dar el salto al liderazgo nacional.