Socialistas católicos, una verdad incómoda para el PSOE
eEjemplar del libro «El catolicismo y el socialismo», escrito por Víctor J. Arellano en 1893 - ABC

Socialistas católicos, una verdad incómoda para el PSOE

A pesar del empeño de Rubalcaba de romper los acuerdos con el Vaticano, el 70% de sus votantes se declara católico y sigue una ideología que se ha entendido con el cristianismo en el pasado

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¿Se puede ser católico y socialista a la vez? A juzgar por los recientes ataques de los dirigentes del PSOE a la Iglesia, uno podría llegar a pensar que en España es algo absolutamente imposible, fuera de toda lógica. Desde hace dos años, Alfredo Pérez Rubalcaba se empeña en romper los acuerdos que el Gobierno mantiene con la Santa Sede desde hace 35 años. Y la misma vicesecretaria general de su partido, Elena Valenciano, aseguraba hace solo dos meses que era el momento oportuno para ello, debido a la «influencia bastante directa de la jerarquía eclesiástica» en el Ejecutivo de Mariano Rajoy.

El 70,3% de los votantes del PSOE se declaran católicos, según el CISSin embargo, estas intenciones chocan con una realidad que Rubalcaba y su partido parecen obviar: que el 70,3% de los votantes del PSOE se declaran católicos, según el barómetro de noviembre de Centro de Investigaciones Científicas (CIS), que cruzó los datos con el de los votos de las elecciones generales de 2011. Esto quiere decir que, además, estos votantes católicos son los más entusiastas y fieles del Partido Socialista, ya que fueron los que votaron al partido cuando éste se encontraba especialmente desprestigiado, en el momento en el que el PP obtuvo una amplia victoria electoral.

Aunque ha sufrido una ligera disminución en los últimos años –en enero de 2012 el porcentaje de votantes socialistas que se declaraban católicos era de un 73,4% y, tres años antes, de un 78%–, la cifra actual sigue siendo sobradamente importante como para que Rubalcaba juegue ahora a ganarse a los votantes más de izquierda.

Zapatero y Juan Pablo II

La estrategia de denunciar los acuerdos con la Santa Sede y criticar a la Iglesia solo ha sido seguida por el PSOE cuando está en la oposición. En los 22 años que los socialistas han gobernado España, durante las legislaturas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, nunca lo hicieron.

Zapatero elevó el porcentaje de cooperación del Estado con la Iglesia en 2006En 2006, el último presidente socialista incluso elevó el porcentaje de cooperación directa del Estado con la Iglesia Católica en un 30%. Y en 2003, con motivo de su audiencia con el Juan Pablo II, Zapatero resaltó las buenas relaciones que su Gobierno mantenía con la Conferencia Episcopal Española y que el viaje del Papa había constituido «una visita de Estado de primer magnitud, de hondo calado y trascendencia», señalando también la paz y la solidaridad como «valores esenciales tanto del cristianismo como del pensamiento socialista».

Debían ser esas mejores épocas para los socialistas católicos que hay en España. Unos años es los que Zapatero terminó admitiendo que la Santa Sede tenía más influencia que la propia de un pequeño Estado y dándose cuenta de que le convenía mantener unas relaciones, al menos, cordiales con la Iglesia, muy al contrario de lo que ocurre ahora con Rubalcaba. Fue esta época en la que decidió enviar a Francisco Vázquez como embajador al Vaticano, un destacado socialista y conocido por sus convicciones católicas, que reconoció en varias entrevistas, que «no hay ninguna dicotomía entre ser católico y socialista. Vivimos en España una situación de crispación, de posturas preconcebidas, parece que si uno es católico no puede ser de izquierdas».

Puntos de encuentro

Aunque algunos teólogos y Papas han defendido que el socialismo es incompatible con la doctrina católica, bien por su concepción del universo y del hombre, bien porque alcanza a dos instituciones que son pilares de la sociedad cristiana (la propiedad y la familia), a lo largo de la historia contemporánea han encontrado lugares de encuentro como resultado del crecimiento del movimiento obrero a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y el fin de la persecución de la Iglesia por parte de doctrinas como el marxismo.

«Cristianos y socialistas podemos hacer muchas cosas juntos»Nacieron así vertientes de todo tipo en las que ambas doctrinas confluían, como el « socialismo cristiano» o el «socialismo católico», u organizaciones como la Liga Internacional de Socialistas Religiosos, entre otras muchas.

En 1931, Pío XII llegó a decir que, «aterrado por sus principios y por las consecuencias que se siguen del comunismo, el socialismo se inclina y avanza hacia las verdades que la tradición cristiana ha enseñado siempre solemnemente, pues no se puede negar que sus peticiones se acercan muchas veces a las de quienes desean reformar la sociedad conforme a los principios cristianos».

«No son dos mundos contrapuestos»

Más recientemente, el mismo Zapatero dejó escrito en el libro «Tender puentes. PSOE y Mundo Cristiano» (2001) la siguiente afirmación: «Cristianos y socialistas podemos hacer muchas cosas juntos. Nuestra pasión por la igualdad, por la justicia o por la libertad tienen correspondencia con la búsqueda de la solidaridad o el amor al prójimo que está incorporada a las creencias religiosas del cristianismo. Cristianismo y socialismo no son dos mundos contrapuestos».

«La labor social de la Iglesia deben contemplarse en los acuerdos de la Santa Sede»Estas y otras afirmaciones han caído en el olvido para el actual líder del principal partido de la oposición, a quien algún miembro de su propio partido ha tenido que recordar «la labor social extraordinaria de la Iglesia y su labor educativa imprescindible, que deben contemplarse en los acuerdos de la Santa Sede», declaró el alcalde socialista de Tarragona, José Félix Ballesteros, en octubre. O José Bono, que calificó de «grave ignorancia el no tener en cuenta la tremenda fuente de solidaridad que hay en el compromiso de muchos religiosos».

Habrá que ver ahora si el empeño del PSOE actual de romper los acuerdos con la Santa Sede seguirá en pie o se irá diluyendo a medida que se acerquen las elecciones generales.